El desarrollo de la química en México
es prácticamente desconocido; no obstante, cuando se compara con lo hecho en
otros países, las actividades de esta ciencia en nuestro país resultan, sin
duda, muy importantes.
En estas tierras se originó el
conocimiento sobre el hule, se descubrió un nuevo elemento, se impartió la
primera cátedra de química del continente americano, se inició la producción a
gran escala de la progesterona (base de los anticonceptivos).
MÉXICO PREHISPÁNICO
Hace cerca de cinco mil años,
en el México prehispánico se cultivaban –prioritariamente– el maíz y el frijol,
y se domesticó el guajolote, por lo que la base alimenticia estaba completa.
Sin embargo, no había grandes animales que fuesen comestibles o que ayudaran a
arrastrar carros con ruedas. Las ruedas inventadas en nuestro continente
tuvieron una aplicación ritual o se utilizaron en los juguetes mexicanos. Por
otro lado, la llama y la alpaca, los mayores mamíferos americanos útiles para
jalar carros, sólo se conocían en la zona andina, en donde se registró también
la domesticación inicial de la papa.
Las dos grandes zonas culturales de nuestro continente, la
andina y la mesoamericana, crecieron y prácticamente desaparecieron separadas.
En otros lugares del planeta, diversos conocimientos como la domesticación de
plantas y animales, la invención y uso de la rueda, la metalurgia, la lengua
escrita y la producción de la pólvora –es decir los inventos– se comunicaron de
un lugar a otro con relativa facilidad, en virtud de lo cual, los bienes
culturales de las sociedades asentadas en aquellas tierras, crecieron y se
diversificaron más rápidamente que en las americanas.
En el México prehispánico se construyó, al margen del resto del
mundo, una extraordinaria, compleja y rica cultura dominada por la religión y
que empíricamente generó una gran diversidad de productos, muchos de ellos para
solucionar las necesidades cotidianas de la vida en aquel momento.
MÉXICO COLONIAL
Hay diferencias al calcular
la población de México antes del arribo de Hernán Cortés (hay quien habla de
hasta veinte millones de personas), pero lo que sí se sabe es que, en 1618,
casi un siglo después de la Conquista, la población indígena era sólo de un
millón, 600 mil personas. Un cambio demográfico tan brutal, prácticamente no
tiene comparación en la historia mundial. La causa principal no fue la guerra
de conquista, sino las epidemias de viruela y tifus, frente a las cuales el
sector indígena no tenía resistencia. A la superioridad tecnológica europea
sobre las culturas americanas, ejemplificada en el uso de los metales (en
particular del hierro), la fabricación de máquinas y artefactos (carros,
molinos de viento, alambiques y pólvora) y la posibilidad de viajar a grandes
distancias a través del mar, se sumaron de manera decisiva, las defensas
inmunológicas que los europeos tenían frente a ciertas enfermedades no
conocidas en América.
La química en el México colonial refleja las intensas
contradicciones registradas en el país. Es entonces cuando se inicia un cambio
que va del simple uso de productos a la instauración de procesos. Por un lado,
la incorporación de nuevos bienes y tecnologías (que en el caso del vidrio y el
azúcar hoy siguen siendo muy importantes) y el amplio desarrollo de la minería,
principal fuente de riqueza del virreinato, trajeron innovaciones tecnológicas
significativas. Por otro lado, hacia el siglo XVIII, la Nueva España ingresa a
un ilustrado mundo intelectual precursor de la independencia de losEstados
Unidos y de la Revolución francesa, así como poseedor del conocimiento
científico, lo que propicia una explosión de sucesos relevantes para la química
de la Colonia.
El tiempo del México colonial es el del nacimiento de la ciencia
moderna, pero que vivió aislada de las grandes corrientes del pensamiento, lo
que se tradujo en lamentables situaciones; tal fue el caso de los químicos
europeos renuentes a reconocer el descubrimiento, aquí realizado, del
eritronio.
MÉXICO INDEPENDIENTE
En esta época se apostó por
la modernidad, aunque la compleja realidad, caracterizada por la diversidad de
poderes políticos y militares, resultado de la guerra de Independencia, propició
un escenario lleno de conflictos internos a los que se sumaron intervenciones
extranjeras, debido a las cuales el territorio del país se redujo a la mitad de
su extensión original.
Se hicieron y deshicieron constituciones, por lo que se
cambiaron con frecuencia las leyes que regían al país, y fue hasta después de
1917 cuando un largo periodo de paz permitió la creación de diversas
instituciones que, poco a poco, se fueron consolidando.
La aspiración de modernidad –nacida desde la Independencia y
particularmente desarrollada durante la Revolución– se concretó en el
establecimiento de muchas instituciones que respondían a buenos propósitos,
pero que no contaron con infraestructura, ni material ni humana.
MÉXICO ACTUAL
A la pasión de las diversas
autoridades por inaugurar, no le ha seguido ni la más discreta intención de
mantener y consolidar el desarrollo de la química –y en general de la ciencia
en nuestro país–; por ello, salvo notables excepciones, este ha sido extraordinariamente
lento y además, desarticulado.
A pesar de haberse iniciado en el periodo independiente y de
haber alcanzado una importancia relativa, la investigación básica que se
realiza actualmente en el país es diminuta en términos internacionales. A la
industria química nacional (integrada por más de 350 empresas que operan un
poco más de 400 plantas productivas en los estados de Veracruz, Nuevo León,
Tamaulipas, México y el Distrito Federal, donde trabajan aproximadamente 70 mil
personas) no le interesa generar tecnología propia, por lo que cada vez se depende
más de la innovación extranjera; peor aún, el gobierno federal poco hace para
cambiar esta situación.
Por otro lado, la enseñanza de la química, que debería
relacionarse de forma estrecha tanto con la investigación como con la
industria, está desvinculada de ellas. Si miramos hacia el futuro inmediato,
una pregunta es inevitable ¿acaso podrá México –nuestra industria, nuestros
investigadores y universidades– alcanzar en diez años un nivel adecuado de
calidad mediante la articulación de nuestras diversas e incipientes
instituciones? La respuesta es negativa si continuamos como hasta ahora, y
positiva si logramos conjuntar una serie de cambios.
La historia de la química es la historia de los hombres y las
mujeres que buscan entender y transformar el mundo. Una parte de esa historia
es también hoy nuestra historia. Conocer sus aciertos permitirá, probablemente,
evitar sus fracasos.
FUENTE:
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